El pasado 15 de agosto se realizó el segundo simulacro nacional multipeligro en el Perú. Para muchos, este tipo de ejercicios suele percibirse como una pausa en la rutina: salir de la oficina, formar filas, esperar unos minutos y volver al escritorio. Sin embargo, desde la óptica de la gestión de crisis y la comunicación institucional, representan mucho más que eso. Son una oportunidad estratégica para proyectar liderazgo, reforzar la confianza ciudadana y poner a prueba protocolos comunicacionales que, en situaciones reales, pueden marcar la diferencia entre una respuesta efectiva y el caos.


La oportunidad de fortalecer la reputación institucional
La reputación no se construye solo en campañas de comunicación o conferencias de prensa. También se moldea en la forma en que una organización responde —o demuestra estar preparada— ante escenarios de riesgo. Durante un simulacro, las instituciones que comunican con claridad, empatía y orden transmiten un mensaje poderoso: “Estamos listos para proteger a las personas que confían en nosotros”. Esa percepción, repetida y consolidada en cada ejercicio, fortalece la credibilidad.
Liderazgo en medio de la crisis simulada
Un simulacro es también un escenario perfecto para que los voceros institucionales demuestren su preparación. La ciudadanía no solo observa si se cumplen los protocolos de seguridad; también mira cómo reaccionan sus líderes. El tono de voz, la serenidad, la transparencia en el mensaje y la capacidad de transmitir calma son cualidades que refuerzan la imagen de liderazgo en tiempos de crisis. Lo que se practique en un ejercicio se reflejará, inevitablemente, en una crisis real.
De los manuales a la acción
En muchas organizaciones, los planes de crisis terminan siendo documentos que rara vez se aplican. El simulacro nacional es una oportunidad para llevar esos protocolos del papel a la práctica: probar si los mensajes funcionan, evaluar si los voceros están preparados, verificar los tiempos de respuesta y medir la efectividad de los canales de comunicación. Lo que se aprende en un simulacro puede evitar errores costosos en un escenario real.
Prepararse también es comunicar
Más allá de la prevención y la seguridad, los simulacros nacionales son una plataforma de comunicación estratégica. Son momentos en los que las instituciones pueden entrenar no solo su capacidad operativa, sino también su capacidad de comunicar confianza, orden y liderazgo.
En un país expuesto a riesgos naturales, la preparación nunca es suficiente. Y en comunicación, como en gestión de emergencias, la improvisación no es una opción. Un simulacro no es un trámite: es una inversión en reputación y confianza.