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La frontera de las palabras: una lección de diplomacia comunicacional

En el dinámico escenario de las relaciones internacionales, las palabras pueden ser tan poderosas como las decisiones políticas. La reciente controversia generada por las declaraciones del presidente de Colombia, Gustavo Petro, respecto a la isla peruana de Santa Rosa, lo demuestra con claridad. Más allá de los aspectos geopolíticos y diplomáticos que han sido ampliamente comentados, este episodio ofrece valiosas lecciones desde el campo de las comunicaciones.

Todo empezó con una frase dicha al calor de una intervención pública: “Esa isla debería ser colombiana”. Un enunciado con potencial inflamable, que rápidamente fue recogido por los medios peruanos, escalando a nivel diplomático. En cuestión de horas, la Cancillería del Perú emitió una nota de protesta formal, y la controversia alcanzó titulares nacionales e internacionales.

Declaración del Presidente de la República, Gustavo Petro Urrego

En el ámbito comunicacional, el caso pone sobre la mesa varios elementos clave. Primero, el impacto del discurso espontáneo en entornos de alta sensibilidad. Las figuras públicas, especialmente en cargos de jefatura de Estado, enfrentan el enorme desafío de equilibrar lo coloquial con lo estratégico. No toda frase dicha al paso es inofensiva. En contextos como el actual, las palabras se convierten en actos, y los actos generan consecuencias.

Segundo, este episodio revela el poder amplificador de los medios y las redes sociales. Lo que pudo haberse interpretado como una expresión simbólica o anecdótica fue traducido, compartido y amplificado bajo múltiples enfoques: desde la indignación nacionalista hasta el análisis jurídico. La crisis narrativa ya estaba instalada, y requería respuestas contundentes, tanto diplomáticas como comunicacionales.

Tercero, destaca la importancia de la coherencia institucional en la respuesta oficial. El Perú, a través de su Cancillería, reaccionó con rapidez y firmeza, fijando una posición clara sin recurrir a un lenguaje confrontacional. Esta estrategia comunicacional, basada en la sobriedad y el apego al derecho internacional, permitió marcar distancia sin escalar el conflicto. En términos comunicacionales, es un ejemplo de cómo las crisis no se apagan con declaraciones incendiarias, sino con mensajes estructurados, consistentes y oportunos.

Desde el otro lado, Colombia optó por deslindar con cautela, señalando que las declaraciones de Petro no implicaban una intención oficial de cuestionar la soberanía del Perú. Esta aclaración posterior, aunque necesaria, deja ver cómo un mensaje inicial mal calibrado puede obligar a realizar esfuerzos posteriores para reencauzar el diálogo.

Este incidente reafirma algo que en Aral Comunicaciones consideramos esencial: la comunicación política no puede desligarse de la diplomacia ni de la estrategia. Cada palabra, cada gesto y cada silencio debe pensarse en clave de impacto. Las crisis no siempre se originan por errores técnicos, sino por deslices verbales que escapan del control narrativo.

En tiempos donde todo se graba, se retransmite y se analiza en tiempo real, la diplomacia comunicacional deja de ser una especialidad para convertirse en una necesidad. Y este caso lo demuestra con nitidez.

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